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La Performance del Penitente

 

Tesis para optar al título de Artista Visual, 2007.

Introducción


En el momento que hablamos sobre religiosidad popular, nos referimos al resultado del cruce entre las manifestaciones religiosas del pueblo, junto a las creencias y prácticas de la religión dominante[1]. Es así como llegamos a una característica común entre los pueblos Latinoamericanos, en donde la religión se vive con un carácter directo y sencillo en su cotidiano. El pueblo adecua los sacramentos de la religión Católica, con el fin de obtener una mayor funcionalidad y una modalidad más accesible a sus necesidades y tiempos. Esto se logra con la unión de los ritos y ceremonias de la religión oficial, y la celebración de fiestas y supersticiones locales; las cuales, son respetadas por la religión Católica.[2]

 

Dentro de los efectos sociales de esta arraigada expresión popular está la unión entre arte y religión, una relación que dista mucho de una novedad, puesto que estas poseen una relación intima y extensa, la cual se remonta a los inicios de la religión católica.

Entre las aspiraciones populares, la salvación religiosa se encuentra al alcance de todos, apartando una dificultad establecida en las distintas religiones primarias, en donde la salvación de su alma se encuentra ligada a su experiencia de vida. En el deseo de asegurar la salvación, la religión popular multiplica las prácticas de culto, creando intermediarios entre Dios y los creyentes, entregan a través de su iconografía pruebas materiales de lo sagrado y de la propia piedad: templos, imágenes, ofrendas, exvotos, amuletos, signos externos de todo tipo[3].

En Chile el carácter de las manifestaciones populares en el ámbito religioso es variado, al igual que en gran parte de Latinoamérica tiene unos cimientos claros y establecidos en el pueblo. Se hará hincapié en el penitente de la zona central, el creyente que acude a pagar sus deudas a la divinidad, por medio del intermediario elegido con antelación por él[4]. Este último ya no busca solo la salvación personal, más bien una ayuda (por medio de fe) para la vida cotidiana; realizando como paga de este favor concedido una entrega emocional y física, que en algunos casos, refieren a una clara autoflagelación[5].

 

Será el penitente que se autoflagela el tema a tratar; como su comportamiento y vivencias pueden ser tomados y utilizados con otro fin al buscado por el practicante. [6] Si el acto de peregrinaje del penitente es comparado a la realización de una perfomance de arte se puede afirmar que si bien la conceptualización real de la entrega y devoción al santo, virgen, ánima, u entidad en la cual el creyente deposita su confianza, proviene desde otra intención primaria, esto no impide relacionar el credo con el ámbito artístico[7]. En esta investigación descriptiva se comparara la forma en que el penitente agradece el favor concedido a la manera en que el artista realiza su producción de obra.

 

 

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